De:
François Ozon
(2020)
con:
Félix Lefebvre, Benjamin Voisin, Valeria Bruni-Tedeschi, Phillipine Velge, Melvil Poupaud e Isabelle Nanty.
Porque me ha atrapado de principio a fin.
Porque emociona con pequeños gestos y miradas.
Porque es un viaje al verano del primer amor.
Por lo bien que retrata el despertar sexual de un adolescente LGTB.
Porque el cine de François Ozon tiene magia y una mirada única.
Porque es capaz de hacer sentir un millón de cosas.
Porque tiene momentos muy especiales e inolvidables.
Porque se me pusieron los pelos de punta con la secuencia de la montaña rusa.
Por el baile en la discoteca.
Por ese erotismo que impregna todo el comienzo.
Por ese guión impecable.
Por lo mucho que la historia te envuelve.
Por cómo reflexiona sobre el amor, la muerte, la amistad, la pasión, los celos, la pérdida, la lealtad… los aprendizajes de la vida, en definitiva.
Por cómo mezcla estilos, puntos de vista y consigue que el espectador se sienta parte del juego.
Por descubrir a Félix Lefebvre.
Porque es muy difícil lo que hace y cómo es capaz de transformar una emoción en otra en apenas un segundo.
Porque es imposible no enamorarse de su Alexis.
Por ese atractivo tan extraño de Benjamin Voisin.
Porque siempre es genial ver en acción a Valeria Bruni, Isabelle Nanty y Melvil Poupaud.
Por el divertido y necesario personaje de Phillipine Velge.
Por el impecable diseño de producción y esa estética que te transporta a los años 80.
Por la dirección de fotografía y esa textura de la imagen.
Por la banda sonora.
Por inventar más de mil formas de morir cuando las cosas se ponen feas.
Por los veleros y las playas de cantos rodados.
Por volar en una moto hasta alcanzar la velocidad de la luz.
Por la libertad de amar a quien quieras.
Por escribir para sacar los fantasmas fuera.
Porque ya nunca podré escuchar el ‘Sailing’ de Rod Stewart y no pensar en Alex y David.
Por todo eso y más.






